El oficialismo misionero sirvió para ratificar el dominio en la Cámara de diputados provinciales, que preside el líder de la Renovación Carlos Rovira, y también para marcarle la cancha al gobierno nacional. Aunque el Frente Renovador es aliado de Alberto Fernández, desde un primer momento quedó establecido que el oficialismo misionero conformaría las listas sin intervención nacional.

Juntos por el Cambio tampoco logró polarizar con la Renovación como en años anteriores y terminó bastante lejos del primer lugar. Habrá que ver cómo continúa la interna del frente en los próximos meses, teniendo en cuenta que hay sectores de la UCR que están empujando a la ruptura enojados por el verticalismo del PRO y la alianza con el partido del ex gobernador Ramón Puerta, histórico rival del radicalismo.

La Renovación también le asestó un duro golpe al kirchnerismo puro que hace dos años había vencido en la elección de legisladores nacionales. Esto complica las aspiraciones a la gobernación de la referente local de La Cámpora, Cristina Brítez.

El armado provincial “K” tuvo una campaña errática salpicada por las internas y las críticas a la estrategia adoptada por La Cámpora de llevar al ignoto Santigo Mansilla como cabeza de lista.

Por otra parte, los comicios estuvieron atravesados por la pandemia del coronavirus ya que una gran parte del electorado no votó. Ya sea por contagios, contactos estrechos o por la decisión de no exponerse, muchos optaron por no acercarse a los centros de votación.

La elección contó con una participación aproximada al 63 por ciento del padrón, lo que representa casi 15 por ciento menos que en 2017. En la previa fue muy criticada por la oposición la decisión del gobierno de desdoblar las elecciones (lo que hará votar tres veces durante el año a los misioneros), justo en el un momento de récord de contagios por coronavirus.