Posadas
Bares, gimnasios y heladerías

Llega a la Justicia el reclamo por ruidos molestos en la Costanera de Posadas

El pedido de los vecinos del barrio Aguacates tiene ya varios meses.

Vecinos de la Costanera de Posadas, del barrio Aguacate, más precisamente entre la zona comprendida entre la calle Guayra y la avenida Roca, vienen hace meses reclamando por ruidos molestos de locales del complejo comercial ubicado en el lugar. Allí funcionan dos bares, un gimnasio y una heladería.

La situación se agravó aún más con la flexibilización de las actividades, y la extensión de los horarios, que anteriormente habían sido restringidas en el marco de la pandemia de Covid-19. Por ello, los residentes del lugar, se organizaron e iniciaron con los reclamos al municipio y la junta de firmas para la presentación de notas colectivas.

Sin embargo, no obtuvieron respuestas por ello y decidieron acudir a la vía judicial. Ignacio Valenzuela, uno de los denunciantes, explicó en diálogo con medios locales que “al no tener respuestas de la Municipalidad, fuimos a la Justicia y pedimos una medida cautelar, nos aprobaron a mediados de julio, se emitió una orden para que cesen los ruidos superiores a 40 decibeles en horarios de descanso y 50 decibeles en horarios de actividad, y no se cumple”.

Según Valenzuela, la medida solicita que los demandados “se abstengan de producir todo tipo de ruido, sonidos y/o de música y/o difundir todo tipo de sonidos por sistema de reproducción de música y/o espectáculos en vivo que propaguen sonidos por encima de los valores permitidos por el artículo N° 1 de la ordenanza municipal VI 14”.

La ordenanza define como ruidos molestos a “los causados, producidos o estimulados por cualquier acto, hecho o actividad de índole industrial, comercial, social, deportiva, etcétera, que supere los límites máximos previstos para cada zona y horario”.

Valenzuela remarcó que “lo que nosotros sufrimos es violencia sonora, de 60 decibeles para arriba, mínimo ocho horas por día. No sabemos qué hacer, nos sentimos impotentes como ciudadanos” agregando que no es solamente la música alta lo que genera la molestia en el barrio, sino también la vibración que se genera debido a los compresores de los aires acondicionados y las heladeras industriales instalados sobre la vereda.

“Esto es todos los días a toda hora. No es sólo la música sino también la vibración del sonido, que comienza ya a la mañana con la heladería y el gimnasio, pero a partir de las 18 abren los bares y empieza la música”, lamentó el vecino.

Detalló además que “el sistema nervioso se mantiene alerta por la constante estimulación del ruido. Sentimos que operan con impunidad, no han parado ni con una medida cautelar de la Justicia. Hace un año estamos buscando una casa para mudarnos”.

Al mismo tiempo, su esposa, Laura, lamentó: “No queremos dejar nuestra casa, es parte de nuestra historia familiar y esto nos produce un dolor tremendo”. La mujer también contó que en varias ocasiones se presentó ella misma a altas horas de la noche a pedir que bajaran la música, pero no tuvo éxito.

“Venimos desde el año pasado con mediaciones porque los ruidos son desaforados, han hecho recitales. Compramos un decibelímetro. así que sabemos que siempre están pasados, hay días que llegan a 82 decibeles”, dijo. Y cerró: “Muchas veces viene la Municipalidad, labra un acta, ellos bajan la música y a la media hora la vuelven a subir. Además siguen desacatando la orden judicial que recibieron.”

Gimnasios

Otra vecina de la zona, Margarita Beltrametti, denunció a un gimnasio ubicado sobre la calle Rivadavia, entre Roque Pérez y Alvear, donde aseguró que la música supera los límites sonoros establecidos, además de no contar con ningún tipo de aislante.

“El problema es de lunes a viernes de 7 a 22, sin respetar los horarios de descanso. La música retumba, el gimnasio está en la planta baja de un edificio de nueve pisos, los vecinos ya no damos más. Me cansé de llamar a la Municipalidad”, dijo.

A pesar de las diferentes medidas que tomaron, desde una “panfleteada” en la esquina del lugar, denuncias contravencionales a la Comisaría Primera y reiterados llamados a los números establecidos por el municipio, aún no hubo una solución.

“Algunas veces voy hasta cinco veces en una misma tarde a solicitar que bajen la música. Estoy pensando en demandar a la Municipalidad y al dueño del edificio, que es el que le alquiló al gimnasio, porque debería haber previsto eso, que el sonido no se expanda”, aseguró Margarita.

“Agoté todas las vías y las instancias. Lo que más dio resultado fue una vez que hice público el reclamo, saqué una foto del gimnasio e hice un posteo en Facebook, pero las autoridades tienen que tomar medidas a la primera de cambio”, finalizó.

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